No hay duda de que el estrés es uno de los grandes problemas que afecta a las sociedades desarrolladas en el siglo XXI. Muchas personas reconocen que viven con estrés y que ello afecta, como es lógico, de manera negativa a su salud, a sus relaciones, a su desarrollo y, en general, a su vida.
También hay personas no reconocen que tienen estrés porque, posiblemente, crean que admitir ese hecho les haría más débiles, más vulnerables o menos preparados para desarrollar puestos de elevado reconocimiento en el ámbito profesional. Sin embargo, el hecho de no reconocer algo no significa que realmente no te afecte y si eres de este tipo de personas, es probable que este post también te interese.
Personalmente, hace tiempo que trabajo sin estrés. Y es cierto que a veces me cuesta reconocerlo… o creérmerlo. Ello es fruto de esas malditas creencias que nos vamos formando y con las que vivimos durante años. En mi caso, en su momento llegué a pensar que si no estaba estresado, angustiado, desbordado,…, no era un profesional digno de merecer. Es evidente que eso es una estupidez. Pero aunque no tenga estrés, si que es cierto que debido a mis responsabilidades familiares, a mis actividades profesionales y a los compromisos que adquiero, en ocasiones, tengo otro tipo de sensaciones no siempre agradables… pero no estrés. De eso ya me he librado.
En este punto, puede que sea conveniente aclarar a qué me refiero cuando hablo de estrés. Sin entrar en detalles psicológicos ni médicos, el estrés es una reacción que se produce en el organismo como consecuencia de una situación potencialmente amenazante. De hecho, el estrés en sí mismo no es malo… si se “consume” con moderación. El problema es que, a día de hoy, tener estrés se ha vuelto una constante en la vida de mucha gente. El estrés del que estoy hablando aquí es esa sensación, como dice José Miguel Bolívar, de que te va a explotar algún tema, no sabes cuándo y no sabes qué consecuencias puede tener. ¿Alguna vez has experimentado esa sensación?. ¿Más a menudo de lo que te gustaría?.
Para deshacerme de ese estrés me ha sido suficiente con aprender a usar GTD. El estrés y GTD son como el agua y el aceite: no se llevan bien. En cuanto empiezas a usar los hábitos de GTD, tu estrés va disminuyendo. No desaparece de inmediato porque has acostumbrado a tu mente y a tu cuerpo a esa sensación, a esa necesidad. Pero ocurre. Sólo tienes que tener paciencia y dedicar un poco de esfuerzo de manera constante a aprender la metodología y ponerla en práctica.
Por desgracia, la manera en que se trabaja y se vive hoy en día (con ideas, métodos y creencias del siglo pasado) hace que tener estrés sea habitual para muchas personas. La buena noticia es que hay solución. Lo que tienes que plantearte es si estás dispuesto a apostar por ello.
Con sinceridad, no sé si usar GTD será la única manera ni la mejor de acabar con ese estrés, pero no hay duda de que a muchas personas nos ha ayudado a conseguirlo. Así que, si quieres liberarte del estrés, ya sabes qué puedes hacer para deshacerte de él en tu trabajo… y en tu vida. Y si crees que una ayuda te puede venir bien, te recomiendo empezar por aquí.
Buen viaje.No te arrepentirás.