Dice David Allen que buena parte del estrés que tiene la gente viene derivado de la mala gestión que hacen de los compromisos que adquieren. No puedo estar más de acuerdo con él. En mi experiencia, y en línea a ese estrés, desde una perspectiva de origen hay dos tipos de estrés:
- estrés externo
- estrés interno
El estrés externo, que es el que se produce debido a factores o medios extrínsecos a nosotros. Por ejemplo, el estrés derivado de una excesiva carga de trabajo o de una relación complicada con un jefe, compañero o cliente. Podemos decir que el estrés externo lo provocan circunstancias sobre las cuales tenemos una capacidad de actuación limitada.
Por otro lado el estrés interno, o estrés autogenerado, es el que nos producimos a nosotros mismos. Este estrés autogenerado tiene su origen, habitualmente, en una gestión ineficiente de los compromisos que adquirimos. Efectivamente, tú también eres un foco de estrés para ti mismo así que no busques únicamente culpables “ahí fuera”.
Una gestión ineficiente de los compromisos consiste, básicamente, en no alcanzar los resultados a los que te has comprometido. Esa mala gestión puede tener varias causas, pero fundamentalmente se agrupan en dos:
- Adquirir más compromisos de los que eres capaz de gestión (factor cuantitativo)
- No saber a qué te estás comprometiendo (factor cualitativo)
En mi experiencia personal, me ha sido mucho más útil trabajar sobre el factor cualitativo: si sabes a qué te estás comprometiendo estarás en disposición de poder ser más selectivo a la hora de elegir cuantos compromisos eres capaz de asumir.
Para los usuarios de GTD, al igual que ocurre con el concepto “trabajo”, el término “compromiso” tiene un significado que va más allá que su significado tradicional. En último término, un compromiso es una obligación que contraes con alguien o contigo mismo. Lo primero es lo habitual, pero lo segundo no suele ser tan evidente. Me pareció muy acertada la definición que aportó Antonio José Masiá en un debate interno de OPTIMA LAB que tuvo lugar la semana pasada:
“Un compromiso según GTD es una obligación que contraes contigo o con un tercero tras evaluar o valorar de forma objetiva su idoneidad en función de los resultados que pretendo alcanzar para dotar a mi vida de sentido y equilibrio”
Si eres una persona medianamente normal, te sentirás bien cuando cumples con los compromisos que adquieres y no te sentirás bien cuando los incumples. Dejando al margen matices que sirvan para contextualizar casos puntuales, cuando de manera sistemática no respondes en tiempo y forma con lo que te comprometes, sentirás frustración, estrés, enfado o una variedad de sentimientos negativos como falta de capacidad, competencia, inseguridad, etc.
El problema intrínseco a la gestión ineficiente de los compromisos no es el compromiso en sí mismo, sino como te estás relacionando con ese compromiso. Puede que ese compromiso esté ahí y no tenga que estar. O puede que esté ahí, tenga que estar y no sepas que significa ni que hacer con ello.
GTD aporta un método eficaz para gestionar y relacionarte con tus compromisos, proporcionándote seguridad y tranquilidad con las decisiones que tomas respecto a ellos. Esto no quiere decir que vayas a aceptar más compromisos ni hacer más cosas. Precisamente lo que notarás si usas GTD es que adquirirás, probablemente, menos compromisos aunque casi con total seguridad serán de mayor “calidad”. Eso significa que harás cosas que te acerquen más hacia el “sentido y equilibrio” que comentaba a Antonio José Masiá.
Si quieres mejorar tu eficiencia es importante que tengas en cuenta lo que es y lo que significa realmente un compromiso cuando lo adquieras, porque en realidad son los compromisos y cómo te relacionas con ellos lo que afecta directamente a tu estrés. Y lo más importante, es sobre esa relación sobre lo que tu puedes actuar proactivamente.